ENTREVISTA

La verdad es que tengo miedo que mi hijo me mate

¿Qué debe hacer un padre al que su hijo golpea? Luego, con los ojos húmedos de lágrimas habló de la situación que vive su hogar, de la forma en que el hijo de 27 años de edad tiene sometidos a sus padres, del miedo que le tienen cuando les habla, cuando llega borracho… siempre.

01/10/2013 09:35:48
Bernardino Vázquez Mazatzi
agendatlaxcala
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A Don Julio le impactaron las palabras del conferencista sobre Valores Humanos dictada a padres de familia: “somos la última generación que le tuvo respeto a sus padres y somos la primera en tenerle miedo a los hijos”. Terminada la ponencia me llamó para hablar personalmente.

 

Y su pregunta fue cruel ¿Qué debe hacer un padre al que su hijo golpea? Luego, con los ojos húmedos de lágrimas habló de la situación que vive su hogar, de la forma en que el hijo de 27 años de edad tiene sometidos a sus padres, del miedo que le tienen cuando les habla, cuando llega borracho… siempre.

 

Don julio, de origen campesino, con 50 años de vida, sin instrucción primaria al igual que su esposa, de ocupación albañil, dice no recordar cuándo ni cómo fue que su hijo le empezó a perder el respeto, de la forma en que se volvió rebelde y violento, de la hora en que perdió el principio de autoridad y le fue permitiendo agresiones físicas y verbales cada vez mas frecuentes y fuertes.

 

Lo que sí recuerda es el día más reciente en que su hijo le pegó: fue antier; y se levanta la camisa y muestra su espalda: hay hematomas grandes. Luego se levanta el pantalón del lado derecho y enseña huellas de golpes recientes y graves. En verdad es escandalosamente sorprendente que alguien haya golpeado a un señor con esas condiciones físicas y es indignante que quien hizo eso, es el propio hijo.

 

¿A su esposa también le pega?, le preguntamos y tímidamente contesta “que yo sepa, no. Nomás vi una vez como la empujó así, sobre la cama y la tiró encima, nada más. Entonces yo agarro y le digo: oye tú pues que te crees, a tu madre la respetas… y que me va dando un puñetazo así, que me manda al suelo; yo creo que hasta él se espantó porque salió corriendo”.

 

“No, pues en realidad no recuerdo desde hace cuánto tiempo que me pega; porque en realidad nomás a mí me pega; e ella (su mamá) no, a ella le grita o la empuja, digo yo, a la mejor porque sea como sea, es su madre, pero conmigo sí se desquita; no sé, a la mejor viene enojado, a la mejor alguien lo mal aconseja, o a la mejor de verás yo lo hago enojar y lo provoco…”

 

“No, pues que yo recuerde él tenía como 20 o 22 años, fue una vez que vino y me dice: dame 50 pesos pero rápido y le digo, no pos no tengo, estos 100 pesos apenas si son para pagar el agua potable y que me dice, pos eso a mí me vale madres, y ya que me los arrebata y que va y yo lo seguí para quitarle el dinero y me dice: mira, más te vale que no me estés chingando porque te parto la madre…”

 

“No, ya antes me faltaba mucho al respeto, ya me mentaba la madre; si le decía yo algo me trataba de lo peor, me decía muchas groserías; ah, y si le decía: oye, ayúdame con esto o con aquello me gritaba muy feo, me decía, pos que crees que soy tu pinche gato; y así, poco a poco le fui dejando la maña de gritarme, de ofenderme, hasta que llegó a esto”.

 

“No, que va…no trabaja; no sabe hacer nada. Nomás se la pasa jugando pelota en las mañanas, viene, traga y se vuelve a salir con otra bola de vagos. Si tiene dinero se embriaga con sus amigos y si no, llega como a las 11 o 12 de la noche y le dice a su mamá: ¿qué hoy no hay nada para tragar? Y pos ya ella se levanta y le da lo que hay… para qué, nomás para que diga: a poco esto tragaron, pinches jodidos; tragan pura porquería… se enoja y ya no come o come de malas”.

 

“No, señor… ¿con quién me quejo?… dicen que en el DIF me pueden ayudar, pero ya fui una vez y primero me tuvieron esperando como dos horas, luego una señorita nomás se la pasó haciéndome preguntas de que dónde vive, qué grado de estudios tiene, con qué se alimenta, tiene agua potable, luz y drenaje… y yo digo pos eso qué les importa… ni me preguntaron a qué iba yo; no, si nomás fui a perder el tiempo”.

 

“¿Y sabe por qué no regresé ni al DIF ni a ningún lado como me han aconsejado…? La mera verdad es porque le tengo mucho miedo al cabrón muchacho, no vaya a ser que se entere que lo quiero acusar y pues puede que hasta me medio mate o de plano me deje frío ahí, tirado; si así no tengo valor para defender a mi esposa, pues si le falto yo a ella le va a ir peor, no la quiero dejar en sus manos”.

 

“Uyyy, si viera cómo se pone cuando se enoja… es rete tremendo; una vez agarró una oz que estaba colgada y que se me va encima; no sé si de veras me iba a herir o nomás me iba a meter un susto, pero ese día que me da un váguido de la impresión y que azoto en el suelo, que corre mi mujer y que me echa alcohol y que me revive; dice ella que él se espantó y se largó con sus amigos”.

 

“No, pos no, no tengo familia con quien acusarlo; tengo una prima pero ya está viejita, y sus hijos están en el norte. ¿Los vecinos?, pos esos no se meten porque no lo saben… y no lo saben porque vivimos algo retirados del centro del pueblo, pero de todos modos no pienso decírselos, ni a los vecinos ni a nadie, no vaya siendo que se endrogue de alguien nomás por mi culpa, por andar de chismoso”.

 

“Pos usted dirá lo que quiera… puede ser cierto eso de que es un cobarde y que abusa de mi debilidad pero es que usted no lo conoce… no, si parece el mismo demonio… da miedo verlo llegar, da miedo cuando se emborracha, ya nomás estamos pendientes de cuando venga no nos vaya a ofender”.

 

“Bueno, yo no le platico esto para que me ayude, yo no le pedí nada ¿o sí?, yo nomás quise confiarle a alguien esto que nadie debe saber, y menos él… ¿que hasta cuándo voy a seguir permitiendo esto?; no sé, a la mejor algún día se cansa de nosotros y se va, a la mejor con el tiempo cambia… no sé; yo no quiero nada malo para él porque sea como sea; es mi hijo”.

 

Don Julio ya no llora, se ve molesto por nuestra impertinencia de querer ayudarlo. Dice que lo que ahora le preocupa es su otro hijo, de 15 años, por quien se encuentran en esos momentos en esta escuela en donde dicté una conferencia. Dice que este muchacho acostumbra acompañar a su hijo violento en sus parrandas, que también ya toma alcohol, aunque éste no les grita, no los ofende “si acaso no nos obedece y hace lo que le da la gana, pero nomás”.

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