ENTREVISTA

Mi suegro es el hombre y el amor de mi vida

“Pero te juro por mi vida y por mi hijo que jamás quise ser esa mujer; nunca quise ser yo…”

28/10/2013 16:32:21
Bernardino Vázquez Mazatzi
agendatlaxcala
Lecturas: 75061 | Comentarios: 13

Julia ha estado buscando esta entrevista desde hace muchos meses. Dice que le sirve como terapia, como catarsis, como confesión, como forma de exorcizar sus demonios.

Sólo la escucho, y de vez en vez, en sus silencios, le pregunto algo; pero de no ser así, habla sin pausas, ansiosa de contar su secreto, su pecado o su verdad…

El resumen es tremendo: es la amante de su suegro, o su mujer, o el amor de su vida o la trampa del demonio y el destino. Explica que las circunstancias los pusieron juntos, los obligaron, los fueron dejando sin defensa ni alternativas. Asegura que siempre supieron que moralmente eso estaba mal, que no de debió ocurrir… pero ocurrió.

“Lo que voy a decirte no es justificante, no, no lo justifica: simplemente lo explica. Mira, el papá del que fue mi esposo y yo nos sentíamos solos, vivíamos solos y pasábamos las horas solos a pesar de que, bueno, mi suegra vivía en la misma casa y mi esposo pues, bueno, él me había dejado en casa de sus padres para irse a trabajar de mojado al norte”.

“No, mi esposo y yo ya terminamos hace dos años. Nuestra separación fue por teléfono. Me dijo que ya tenía otra pareja, que lo mejor sería que me olvidara de él, que me fuera de la casa de sus papás. Pero no me fui porque por esos días mi suegro estaba recién operado y mi suegra pues bueno, no lo atendía; él necesitaba cuidados y quien le diera la medicina y a ella, eso simplemente no le importaba”.

“Bueno, no, no les dije lo de su hijo, pero ellos sabían creo, la misma verdad; no me pidieron que me fuera porque les convenía: yo cuidaba al enfermo y mi suegra podía hacer lo que quisiera, que era irse con sus amigas, o simplemente salirse de la casa o desaparecer por horas, a veces llegó a faltar una noche y bueno, eso les causaba problemas y discusiones fuertes”.

“Mi suegra es de esas mujeres a las que llaman malas. Así la describiría yo, así se le llama a esa clase de personas. Y no lo digo por las actuales circunstancias que me obligarían a hablar mal de ella, no, sino que simplemente nunca fue una buena madre, una buena esposa, una buena compañera o una buena amiga, para nadie, nunca, por ninguna razón”.

“Sí, mi esposo vivió resentido con ella porque nunca los cuidó y cuando estuvo cerca de sus hijos fue para pegarles, para echarles en cara que por su culpa tuvo que dejar su trabajo según ella, de ejecutiva. Nunca los aconsejó o los llamó a su lado; para todo, los malos modos, los regaños, los golpes. Me platicó que una ocasión le pegó a él en la boca porque dijo una mala palabra y le abrió el labio, así, que hasta le dejó cicatriz”.

“Fíjate que en los pocos años que viví con el hijo, ella nunca nos llamó a la mesa, a platicar, a salir a pasear, a convidarnos algo. Siempre ha tratado a sus dos hijos y a su hija peor que a extraños. Cuando mi cuñada empezó a ser mujer y le bajo la primera regla tuvo que preguntarle a una vecina qué le pasaba, porque la señora nunca se preocupó por hablarle a su hija de esas cosas. Y así fue con todo, con las tareas de los niños, con la ropa de la familia, con los problemas de la casa… siempre ausente”.

“¿Yo?. No, si con sus hijos era extraña yo para ella fui algo más que un trebejo, un objeto o un fantasma invisible. Entraba a la sala o a la cocina y era como si no estuviera yo ahí; ni un saludo, ni una mentada de madre, vaya. Cuando tuve a mi bebé ella no me fue a ver a la clínica; dicen que dijo: ay, no mamen, tanto por un chamaco; no, si como si nadie en este mundo ha parido hasta hoy. Creo que nunca ha visto a su nieto”

“…Sí, así era la vida entonces”.

“Yo vi a mi suegro llorar muchas veces por cómo lo trataba mi suegra. Discutían, se peleaban feo. Ella lo humillaba, lo ninguneaba, lo ofendía mucho. Le decía que como hombre no servía, que ella conocía hombres que la satisfacían sexualmente y que me suegro era incapaz de hacerle el amor, le gritaba: pobre pendejo, ni para hombre sirves, no eres como X, ese sí sabe hacerme feliz, él si me cumple, no como tú…”.

“Bueno antes él también le contestaba cosas; luego ya no. La dejaba hablar, la dejaba que se desahogara, que escupiera todo su veneno; luego él se iba a acostar a su recamara y ella se salía. Una vez lo espié y lo vi llorando; se me partió el corazón”.

“El es lo contrario a ella. Es educado, amable, tierno, comprensivo, paciente… muchas veces era él quien nos daba de desayunar. Calentaba la comida, las tortillas y reía mucho por hacerla de mamá. Sus hijos e hija lo aman. Se ha sabido ganar su cariño y respeto”.

“Yo nunca oí que ellos hablaran mal de su madre, que le reprocharan de frente algo. Jamás, oye, me enteré que le hubieran reclamado algo a su madre, ya sea en plática entre ellos o con su padre o de forma individual; no la tenían como ejemplo, claro, pero nunca supe que le demostraran odio, rencor o que le echaran en cara el abandono… a mí eso me pareció injusto, sentí que alguien la debería odiar, que alguien habría de hacer algo para hacerla pagar sus culpas, o como venganza, no sé”.

“Un día que como siempre, estaba solo, quise decirle que me iba, quise platicarle lo de su hijo y yo y pues bueno, que ya no tenía ningún sentido mi presencia en esa casa. Le iba a decir que lo que en mí estuvo lo hice y lo hice de corazón; te lo digo porque siempre me dijo lo mucho que estaba agradecido por mis cuidados de cuando estuvo enfermo. Yo lo hice por gratitud, por ser el padre de mi esposo, por humanismo o simplemente porque lo quise hacer”.

“No. No me dejó hablar. Se me quedó mirando y con lágrimas en los ojos me pidió: no te vayas, por favor. No me dejes solo…”.

“Bueno, pues sí, se me partió el corazón. Simplemente no tuve valor para dejarlo. No me dejó hablar de su hijo y por eso pienso que al menos él, sabe la verdad, o una parte de la verdad u otra verdad respecto a que ya él tiene una mujer en Estados Unidos; de todos modos no tuve valor para irme. No podía dejarlo solo. Porque en verdad sufría, y mucho, estaba solo y triste, abandonado…”.

“No, no, no. A ver, espérate. Hasta ese momento el señor no era más que el papá de mi esposo. Mi suegro, ¿me explico? No, no confundas las cosas… el señor podría ser mi papá. Yo lo respetaba, lo admiraba, y mi trato para el él era de suegro-nuera, de la esposa de su hijo; no, nada que ver… nunca, te juro, pasó por mi mente algo diferente… era un señor lindo, a todo dar… Pero para mí, sólo eso”.

“… Eso fue después, se fue dando poco a poco. Una noche en que estuvimos solos, como muchas veces, le pregunté por qué se dejaba humillar por mi suegra, por qué no evitaba esas situaciones vergonzosas, qué lo obligaba a mantenerse estoico, diría yo que hasta conforme o indefenso o voluntariamente víctima. Me dijo que por amor. ¿Cómo? le dije, y me dijo: sí, por amor a mis hijos, por amor a ti, por amor a la casa, por amor a las cosas que nos rodean”.

“Me explicó que era un amor quizá no hacia una mujer o esposa, sino un amor idealizado, un sueño, una esperanza. Él imaginó su hogar, y también lo imaginó sin alguno de los esposos y se dijo que si su esposa moría primero, él se haría cargo de los hijos y si él se iba primero entonces no tendría ninguna duda de que ella haría que los hijos y los nietos no lo extrañaran. Eso pensaba, y creía que ella ya no vivía y que si se iba o dejaba la familia le fallaba a esa esposa difunta a la que habría jurado mantener el amor en el hogar; nada más lejano, nada más mentiroso que ello”.

“Me conmovió. Él estaba dando la vida por la familia, se sacrificaba por los hijos, se preparaba para ser abuelo de sus nietos, para ser el timón, el control y el centro de una familia de pura ilusión, en verdad era un ejemplo de hombre. Soñaba con un hogar, con una mujer que lo comprendiera, que lo acompañara en esa aventura u obligación y destino; pero te juro por mi vida y por mi hijo que jamás quise ser esa mujer; nunca quise ser yo…”.

“Bueno… pues una ocasión mi suegra llegó tomada. Estaba ahogada en alcohol. Yo diría que hasta drogada. Hizo muchas estupideces; hacía muchas visiones, pues. Me dio mucha tristeza la forma en que se refería al señor, la forma en que ella se degradaba como mujer, en cómo presumía a sus amantes. Fíjate: se levantaba la falda y le mostraba el trasero y le decía: mira lo que se come X; o le mostraba los pechos y según ella explicaba lo que le hacía su amante; no, pues fue muy fuerte”.

“Ajá, sí, yo todo el tiempo estuve con ellos. Por eso escuché todo. Incluso ese día le dijo que los hijos no eran de mi suegro, que los tuvo con diferentes hombres, que ella se acostaba incluso hasta con sus compadres, imagínate… luego nos quedamos solos y le pedí que no llorara, le pedí que fuera fuerte, le dije que ella no merecía sus lágrimas. Pero acabamos llorando los dos”.

“Bueno, pues, lo demás no te lo voy decir… simplemente se fue dando, fue naciendo y creciendo un amor fuerte, verdadero y bueno, yo también ya llevaba cierto tiempo sin compañía digamos, de hombre o no sé cómo explicártelo. Simplemente las circunstancias, o el destino o lo que quieras, nos fueron acercando”.

“Mira, hoy siento que él es el hombre que cualquier mujer quisiera tener. Es atento, fino, educado, apasionado, responsable… simplemente es el hombre de mi vida, alguien de quien no quiero separarme, y que si me faltara pues sencillamente no podría vivir. No sabría vivir sin él, no quiero vivir sin él”.

“No. Claro que nadie lo sabe. Nadie debe saberlo. Y nosotros no queremos que nadie lo sepa… para qué. Pero tampoco nos importa el futuro, el mañana, simplemente vivimos, y muy felizmente, el momento. No le damos lugar a los remordimientos, a la conciencia: nos estorban. Somos dichosos… si eso es pecado, pues ese es mi pecado, si es delito es nuestro delito, si por eso debemos ir a la cárcel o al infierno, te juro por mi vida, vale la pena. Si volviera a nacer y la vida me volviera a llevar a esta encrucijada, lo volvería a hacer, claro que sí, sin duda”.

“Mmm, bueno, su hija y su hijo me han pedido que no deje solo a su padre, ellos saben que él necesita quien le dé el desayuno, quien le lave la ropa, quien haga la casa. Mi cuñada estudia y trabaja y está fuera todo el día y su otro hijo ya vive aparte; viene de vez en cuando. Y mi esposo pues ya no creo que regrese, y menos si de veras ya tiene otra mujer”.

Julia no es una mujer despampanante, no es una belleza; es simpática, limpia, parece una auténtica ama de casa; es joven y su rostro luce feliz, parece feliz. Sus ojos destellan cuando habla de su gran amor. Se dice dispuesta a enfrentar a quien se le ponga enfrente para defender lo que ama. ¿El futuro? Dice que el futuro es hoy, es ahora, este momento… y que mañana será igual, completamente igual, en todos los sentidos.

contacto@agendatlaxcala.com | www.agendatlaxcala.com